Capítulo -- Conejillos de indias

A la hora de probar medicamentos nuevos, los grandes laboratorios farmacéuticos no dan demasiadas vueltas: falsifican los resultados, ocultan los efectos colaterales. Pacientes con enfermedades graves reciben placebos. Los médicos se transforman en cómplices.


Un caso bastante importante es el del medicamento Trasylol de Bayer, que en las pruebas efectuadas en los pacientes, se había presentado más muertes con este medicamento que con la aplicación de placebo. Normalmente, la conclusión sería:hay que prohibir de inmediato el Trasylol. Sin embargo lo que hicieron fue dar vuelta todas las cifras y presentaron a la opinión pública un resultado que causaba la impresión opuesta. Trasylol fue presentado así como un medicamento que salva la vida, y sigue utilizándose en los hospitales alemanes y austríacos.


Como se puede observar, es común ver cómo grandes o pequeñas empresas ven como mayor prioridad la ganancia que un producto les puede proveer, y no el real beneficio que puede brindar a las personas directamente afectadas por dicho producto.

Muchas empresas con tal de maximizar sus ganancias llegan incluso a disminuir buenas condiciones de trabajo, presentándose así explotación de los trabajadores: exceso de trabajo, remuneración muy poca, y hasta reclutación de menores o esclavización. Es el caso de la denuncia que hizo pública el médico norteamericano Peter R. Breggin, en 1998, en la que Food and Drug Administration había otorgado el permiso para que se realizaran experimentos en niños neoyorquinos con la fenfluramina (que por entonces ya estaba prohibida). En septiembre de 1997, ese mismo organismo había prohibido que el medicamento se continuara comercializando en EE.UU., ya que sus efectos colaterales incluían valvulopatías con riesgo vital y destrucción de células del cerebro. Por esa razón, la fenflurafnina fue retirada del mercado en todo el mundo, incluso en Alemania, donde la distribuidora Itherapie la comercializaba como medicamento adelgazante con el nombre Ponderax. Los niños utilizados como conejillos de Indias por los investigadores de las universidades de Nueva York y Queens no eran niños elegidos al azar. Eran de origen negro o latino, de familias pobres cuyos miembros seguramente no formularían ninguna pregunta incómoda. Estos ensayos fueron financiados por autoridades estatales.